Pamplona es una ciudad que se ha adaptado a cada momento de su historia, iniciada en el año 75 d.c., como consecuencia de un asentamiento Romano. Desde entonces ha sido testigo de continuas guerras, cambios políticos, Reinos y Reynos, dinastías. En definitiva, protagonista constante de su propia creación, pero también unida, actualmente al toro, con su fiesta de San Fermín a la vez que muestra su esplendor y su gastronomía en cada rincón, en cada establecimiento.
Decidimos dedicar una jornada a pasear por las tranquilas calles de Pamplona, de conocer la historia, la fiesta del toro y por supuesto, acompañado de pequeños manjares gastronómicos a modo de pintxos.
Comenzamos en un punto neurálgico y de gran importancia para la ciudad, la plaza Consistorial, donde encontramos el Ayuntamiento, edificio que destaca por su fachada de estilo Neoclásico, y famosa por ser protagonista, sobre todo su balcón, del lanzamiento del cohete anunciador de las Fiestas de San Fermín, así como, una vez finalizadas, el lugar donde se entona el “pobre de mí”.
La ubicación del Ayuntamiento no está realizada al azar, el punto donde se encuentra tiene gran transcendencia histórica, dado que es el punto donde confluían los tres burgos que componían la ciudad, la Navarrería, San Saturnino y San Nicolás. Los tres se unieron tras la intervención de Carlos III el Noble, el cuál promulgo el “Privilegio de la Unión” en 1423.
Según contemplamos la fachada del Ayuntamiento, a la izquierda podemos observar otro de los importantes edificios de Pamplona, edificio cargado de historia, ya que se trata de la Iglesia de San Cernin, o de San Saturnino, iglesia que fue el centro religioso de la antigua villa, aunque también era protagonista de una función militar y defensiva para los habitantes.
Pero ¿quién fue San Cernin para llegar a ser el patrón de Pamplona?. Pues esta persona fue obispo de Toulouse en Francia a mediados del siglo III, relación que hemos visto en el momento en que se originó el cerco de Artajona (Artajona, Navarra guerrera I). Dada dicha relación, San Saturnino o San Cernin en occitano, envió a su discípulo San Honesto de Nimes a Pamplona, con el fin de que anunciara el Evangelio, posteriormente el mismo llegó a la ciudad donde convirtió a los primeros cristianos. Entre los primeros cristianos se encontraba el que posteriormente fuera San Fermín, que llegaría a ser el primer obispo de Pamplona.
La Iglesia de San Cernin es un edificio gótico construido entre el XIII y XV, en el barrio ocupado por los franceses y correspondiente al burgo de San Cernin, llamado así, como ya podrás imaginar, por el obispo de Toulouse. En el exterior destacan dos torres fortificadas, de uso defensivo, el interior está muy cuidado, realmente impresiona. Es posible ver el llamado “pocico” dónde, según cuenta la leyenda, el obispo Saturnino bautizó a los primeros cristianos de la ciudad. Dicho elemento se encuentra en la confluencia de las calles San Saturnino, Mayor y Jarauta.
Es hora de recorrer el primer tramo de los encierros de San Fermín, aunque antes comentemos algunos aspectos de dicho encierro, desde lo más conocido a otros detalles que no lo son tanto. Tal como dice la canción, las fiestas de San Fermín comienzan el 7 de julio, a partir de aquí durante una semana, cada día a las 8.00 h de la mañana comienza el encierro, que discurre por alguna de las calles del casco viejo de Pamplona, con un total de 875 metros, iniciándose en la cuesta de Santo Domingo, siguiendo por las calles de Mercaderes y Estafeta y finalizando en la Plaza de toros.
Nos dirigimos al inicio del recorrido, recorriendo la cuesta de Santo Domingo, hasta llegar a la zona donde los toros y cabestros esperan el chupinazo de cada día, para ser los verdaderos protagonistas de la fiesta. Sentimos la peligrosidad de este tramo, dado que nos percatamos de la inexistencia de elementos que pudieran servir como refugio, la Cuesta de Santo Domingo se encuentra encajada entre un alto muro, a la derecha según discurre el encierro, y edificios con falta de huecos para protegerse a la izquierda, añadiendo a dicha peligrosidad el detalle de la frescura de los toros, al ser el inicio de la carrera, además de la gran cantidad de mozos que se animan a “correr” o esquivar los toros.
A mitad de camino nos encontramos, en el muro, una hornacina con la imagen de San Fermín, a la que los corredores, con periódico enrollado en mano, le cantan en tres ocasiones una plegaria, justo antes de iniciarse el encierro.
Sobre el muro observamos la presencia del Museo de Pamplona, ubicado en un antiguo hospital, del que conserva la fachada, aunque debido a la hora en que hemos iniciado nuestra visita a la ciudad, dicho Museo todavía permanece cerrado.
Seguimos nuestro recorrido por Pamplona, mezclando la historia con la fiesta más popular de la localidad.
Según caminamos, una puerta nos llama la atención, se trata del acceso a la Iglesia de Santo Domingo, disimulada entre los edificios de la ciudad. Esta iglesia muestra un interior increíble, donde se puede disfrutar de sus retablos barrocos y renacentistas, pero sobre todo de un impresionante órgano del siglo XVII que merece la pena contemplar.
Seguimos nuestro camino y nuestros pasos se dirigen hacia archivo de Navarra, o Palacio Real, aunque sin duda, seguimos disfrutando de todo lo que encontramos ante nuestros ojos.
El Palacio Real se encuentra en un punto estratégico de la ciudad, no en vano era el antiguo Palacio de los Reyes de Navarra, de San Pedro y del Virrey. En su interior, nada más entrar en el edificio, en el patio, podemos ver una maqueta de Pamplona, mientras que en una de las salas del palacio, dispuesta para diferentes exposiciones, pudimos deleitarnos con la historia de Navarra, donde pudimos aprender muchos de los momentos claves.
Junto al Archivo o Palacio Real nos encontramos un pequeño edificio religioso, se trata de la Basílica de San Fermín de Aldapa. Basílica que se remonta a la Edad Media, aunque fue reconstruida en 1701.
Seguimos caminando por las vacías calles del casco viejo de Pamplona, nuestros pasos nos llevan hacia la Catedral, a través de la calle del Carmen, y posteriormente la calle Navarrería, desde donde podemos ir contemplando como una de las torres de la Catedral aparece ante nuestros ojos, aumentando su tamaño a medida que nos acercamos…
Llegamos hasta los pies del impresionante edificio construido durante los siglos XIV y XV, La Catedral, donde su fachada neoclásica nos saluda e invita a entrar a un templo gótico de aproximadamente 27 metros de altura.
La imagen de su interior impresiona, te hace pequeño, ante la atenta mirada de la figura de Santa María, que preside el templo. Nuestra vista se dirige al centro de la nave principal, un sepulcro, el que corresponde a Carlos III El Noble, y su esposa Leonor, justo delante de un claustro gótico que es la joya más preciada de la Catedral, el conjunto perfecto, la luz que entra por las vidrieras hace que todo se ilumine. El silencio que se respira hace de la estancia algo mágico.
Salimos del templo, para seguir nuestro paseo urbano, en este caso caminando por la solitaria calle San Agustín, donde nos encontramos con otro edificio religioso, la iglesia de mismo nombre.
Es un edificio moderno, comparado a los que hemos visitado, no entramos, dado que en el momento de nuestra presencia nos percatamos que se celebra un acto religioso, debemos respetarlo, por lo que seguimos nuestro camino…
Al finalizar la calle San Agustín, paralela a la Calle Estafeta, nos topamos con la Plaza de Toros, protagonista del recorrido del encierro. En dicha plaza se finalizan las carreras diarias durante las fiestas de San Fermín, punto problemático por la acumulación de personas, donde a veces, en la entrada a la plaza, se pueden producir tapones, contra los que pueden golpear las astas de los Toros que, obligados por la carrera, deben entrar en el recinto para dar por concluido el tiempo dedicado al encierro.
En el momento de nuestra visita se realizaba un mercadillo.
Tras echar un vistazo al mercadillo, seguimos disfrutando de Pamplona, de la temperatura y el ambiente. Las calles van llenándose de todo tipo de personas, deportistas corriendo por las calles empedradas, compradores, turistas con la mirada perdida, dirigiéndola de aquí para allá, con el fin de recoger en las retinas toda la información posible u oriundos que aprovechan la soleada mañana para dar un placentero paseo matutino.
Cruzamos la Bajada de Labrit, llegando al edificio de la Diputación, u oficialmente el Palacio de Navarra, impresionante edificio sede de la Presidencia del Gobierno, desde donde se consigue una vista privilegiada del centro neurálgico, el corazón, de la ciudad, la Plaza del Castillo, nombre que adquirió al estar, hace mucho tiempo, un castillo.
La plaza ha sido utilizada para muchos fines, como por ejemplo los principales festejos medievales, fiestas para el pueblo realizados por la monarquía, o incluso las primeras corridas de toros, trasladadas, posteriormente, a la actual plaza.
Tras una pequeña parada en la plaza, para contemplar la amplitud de la misma, el trasiego de las personas que cruzan de un lado a otro, para aprovechar los rayos de sol que nos están haciendo más agradable, aun si cabe, la estancia en Pamplona, y por qué no decirlo, para tomarnos un minuto de descanso, iniciamos nuevamente nuestro recorrido, pero intercalando con algún que otro pincho típico de Pamplona. Para eso estamos en una ciudad famosa por su gastronomía, y eso no debemos perderlo.
Muchos son los sitios en los que podemos disfrutar de un buen vino, una caña o un refresco y acompañando nuestra bebida con un buen pincho, pero os comentaremos nuestro recorrido, el que en varias ocasiones hemos realizado y del que ya hemos tenido muy buenas experiencias.
Cerca de la Plaza del Castillo, se encuentra “El Gaucho”, Travesía Espoz y Mina, donde nos deleitaremos con un increíble “Foie”, seguramente encontrarás que el bar está abarrotado. Tómatelo con calma, pensamos que merece la pena, y total, se trata de disfrutar, nosotros tuvimos suerte, pudimos sentarnos en el interior, así que solamente nos relajamos y disfrutamos…
Tras un primer tentempié aprovechamos para caminar y disfrutar de la tercera parte del recorrido festivo que hacen mozos y toros en el mes de julio, tal vez la parte más famosa, la calle Estafeta, normalmente es la que siempre presenta más gente, caminando de un lado para otro, y sobre todo gente en las terrazas de los números bares y restaurantes que en dicha calle se encuentra ubicados. En nuestro caso, aprovechando la estancia en la calle nos paramos en la terraza de otro bar que conocemos, “El Bodegón de Sarria”, donde encontrarás numerosos pintxos, la cosa se complica, dado que no sabes que pedir, nosotros pediremos al sencillo y ya conocido, un “escombro”.
Seguimos nuestro paseo por la Calle Estafeta, disfrutando de todo lo que nos rodea, aprovechando para caminar y dejarse llevar.
Otra zona de pintxos es la que corresponde a la Calle San Nicolás, justo cruzando la Plaza del Castillo, a la que accedes desde la Calle Estafeta por la Calle Javier, donde por ejemplo la Vermutería Río o el Restaurante Otano son buena elección.
Muy cerca de los bares indicados anteriormente, y en la misma calle, podrás encontrar la Iglesia de San Nicolás, punto religioso de gran importancia para el burgo medieval del que asumió el mismo nombre. También tenía carácter defensivo por lo que el edificio corresponde a una iglesia-fortaleza. En su interior destacan sus suelos de madera y un impresionante órgano barroco, considerado como una de las joyas de Pamplona.
Por la parte trasera de la Iglesia, llegamos al paseo Sarasate donde nuevamente encontramos el edificio de la Diputación y el monumento a los Fueros.
No queremos irnos de Pamplona sin visitar una parte de la historia bélica de la ciudad, la Ciudadela, ubicada en la Avenida del Ejército. Esta fortificación amurallada fue construida entre 1571 y 1645 por orden de Fernando II, a semejanza a la de Amberes.
Se trata de una construcción pentagonal regular, con 5 baluartes en los ángulos, salientes, y está considerada como la mejor arquitectura militar del Renacimiento español.
Actualmente está rodeada de jardines y zonas verdes, donde la práctica del deporte es algo común en los habitantes de la ciudad.
Ahora sí, nos toca despedirnos de Pamplona y de Navarra. Como todo lo bueno, se acaba, pero con la seguridad que la visita se repetirá. Siempre es agradable la estancia en Pamplona, siempre te acoge con los brazos abiertos, un motivo más para disfrutar de esta tierra.
Como punto final a este artículo, a continuación os indicamos las diferentes etapas de nuestro viaje, y que has podido seguir en lecturas anteriores…
Navarra, Elizondo, Baztan y sus brujas…
Leyre y Javier. Navarra religiosa
Sos del Rey Católico. Zaragoza