Mota del Cuervo. Toledo. El balcón de la Mancha.

Mota del Cuervo, vistas desde la colina, a los pies de los molinos o Gigantes, dependiendo del grado de locura que desees tener…

 

Mota del Cuervo es de esas localidades que no tienes en tu ruta, que no has considerado, tal vez por desconocimiento, tal vez porque no haya salido en muchas guías de viaje o simplemente porque no recuerdes que alguien te haya hablado de ella, pero que al ir por una Nacional, (N-301 Lillo-Belmonte), ves algo que hace distraerte por breves milésimas de segundo, el subconsciente hace que tus ojos se muevan  y dirijan la mirada hacia los lados de la carretera, y sin saber cómo, tu mente está dando una orden al resto de tu cuerpo para dirigir el manillar/volante hacia lo que antes has visto, sin saber si la vía que has tomado es la correcta para llegar a dicho destino, todo eso en breves segundos, por lo que al darte cuenta estás a la sombra de lo que hace un momento has visto.

Esto es, debo reconocer, lo que nos pasó con Mota del Cuervo, fue, tal vez, el instinto lo que nos llevó a retirarnos de la nacional por la que nos dirigíamos a Belmonte, y desplazarnos, escasos 600 metros, hacia la sombra de los molinos de Mota del Cuervo, algo que sinceramente agradecimos, porque entendimos la razón por la que a dicho paraje se le denomina el balcón de La Mancha.

 

Sinceramente pienso que lo mejor que pudimos hacer fue disfrutar de la colina en la que nos encontrábamos, mucho antes de intentar visualizar dicha colina desde la localidad, la sorpresa fue mayúscula, la sensación de ser grande sobre las casas y estar más cerca del cielo fue algo increíble, y todo ello junto a una hilera de molinos, o tal vez Gigantes que nos hacían compañía.

Se ve mucho cariño en el cuidado de la zona, en como los Molinos de viento están restaurados, cuidados y mantenidos, tal vez para el disfrute del visitante o tal vez por orgullo de sus propietarios y por tanto de la propia localidad, que presumen de tal elemento.

Tal vez, gracias a la luz del sol, los molinos resplandecían, con su blanco impoluto, sus aspas y la zona que los rodeaba, siendo el momento de recordar a nuestro hidalgo más famoso, Don Quijote de la Mancha, enzarzándose, a lomos de su corcel Rocinante, en una lucha desigual con sus Gigantes, en batallas de Caballeros, y siempre seguido por su fiel amigo y escudero Sancho que, junto a su asno “El Rucio”, debido a su color, intentaban seguirle para evitar males mayores.

 

Es un lugar que debe ser disfrutado con la mirada, respirando y abriendo los pulmones para tomar aire y fuerzas para seguir el camino, hacia la conquista de Belmonte, aunque la conquista deberá esperar a otro capítulo de nuestro post…

 

 

 

Tras la breve parada reiniciamos la ruta, tomando nuevamente la N-301 para incorporarnos, a breves kilómetros, la N-420, directo a Belmonte, en la provincia de Cuenca.

 

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