Becerril de Campos, algo más que un pueblo.

Becerril de Campos muestra al visitante diferentes sorpresas y nuevas experiencias turísticas, que en cierta medida se podrían considerar como algo único en nuestro entorno. Realmente es más que un pueblo.

Villa ubicada a escasos 15 km de Palencia, dirección Sahagún (CL613), declarada Bien de Interés Cultural con categoría de Conjunto Histórico.

Adentrándonos en su historia, y relacionado con el objetivo de nuestra visita, indicaremos que  la Villa contó con siete Iglesias de gran tamaño, realmente un número muy elevado para la población que presenta, y por supuesto muy caro para poder mantenerla, de ahí, que varias de estas iglesias quedaran abandonadas y a su suerte, siendo hoy simplemente historia, dado que no se conservan restos de varias de ellas, algunas ruinas de las que peor suerte o sorpresa por el empeño y forma de llevarse su reconstrucción en otras, aunque todo ello lo iremos viendo poco a poco.

Para entrar al pueblo, lo hacemos por el Arco de Santa María, arco ojival por el que se accede desde Palencia y únicos restos de lo que eran las murallas antiguas de la Villa.

 

 

A partir de este punto seguiremos caminando hasta llegar a Plaza del Obispo Ibañez, donde se presenta ante nosotros una impresionante Iglesia Parroquial de Santa Eugenia.

 

        

 

Frente a dicha iglesia nos encontramos con la primera sorpresa de la Villa, el impresionante Ayuntamiento, construido entre 1904 y 1909, si bien el edificio fue utilizado como escuela y cárcel. El edifico presenta dos plantas, pero lo que realmente llama la atención, además de su propio diseño, es que todas las fachadas del edificio portan sobre las ventanas refranes y proverbios morales, con la intención cívica y educativa propia de la época en la que fue construido.

      

  

Continuemos recorriendo el pueblo, más concretamente con el objetivo de llegar diez minutos antes de las 12  y preferiblemente en un día soleado, a un punto de la Villa, antiguamente otra iglesia, que fue abandonada y posteriormente reconstruida, si bien su uso actual difiere del primero con el que dicho edificio fue construido.

San Pedro Cultural, pasando a ser un edificio municipal en su reconstrucción, presenta aires astronómicos, que al visitante comienza a demostrar cuando en su fachada presenta dos relojes solares declinantes, los cuales dan la hora solar a lo largo del día. El más austral por la mañana y el más occidental por la tarde.

La puerta de acceso, normalmente cerrada, es una portada románica que cuenta con delicadas arquivoltas a base de taqueado, lazos, bocel, florones en nacela, guirnalda, hojas de acanto, puntas de diamante y guirnalda doble de nudos; ejemplo de escultura del siglo XII, aunque realmente es una copia de la que antiguamente existiese, y emparejada con el contraste de la tecnología actual, un elegante bajorrelieve en acero.

  

Al entrar te dejas abandonar por la vista, por las emociones que en el momento de acceso recorren el cuerpo, y tal vez motivado por el color, por los contrastes de luz entre el exterior e interior, consiguiendo transportarte a un lugar desconocido, a otro momento.

Encabeza la maravillosa rehabilitación del edificio un Péndulo de Foucault, el cual, con su lento movimiento nos muestra la rotación terrestre.

Al levantar la cabeza vemos sobre nuestros cuerpos el Estelarium, el cual muestra sobre el techo del edificio las constelaciones visibles sobre el cielo de Becerril durante las noches próximas a la festividad de San Pedro.

Algo extraño, una línea, atraviesa por el suelo el ancho del edificio, una Meridiana y estenopo Austral Sobre ella se proyecta el Sol a mediodía exacto, variando su posición a lo largo del año. Permite determinar la hora con precisión y conocer las fechas de solsticios y equinoccios.

Al fondo, como si del infinito se sirviera… Murales astronómicos, la mirada hacia lo que aún queda por descubrir, con una niña intentando ver todo lo que se le presenta.

A medida que nuestros sentido comienzan a observar detalles, dos magníficas lápidas sepulcrales flanquean el ábside. De finales del siglo XVI, y de principios del siglo XVIII pertenecieron a Pedro de Herrera e Inés Henríquez una, y a D. José Rodríguez –párroco de San Pedro– la otra. Ambas en interesante talla de piedra y con muchas historias que contar. Destaca el epitafio en latín de la segunda: HIC IACET PULVIS CINIS NIHIL “aquí yacen polvo ceniza y nada más”.

El resto, mejor dejarse llevar por el momento, por el lugar….

   

El exterior, ahora se entiende mejor…

Otros edificios pueden verse en la Villa, aunque quedan en la sombra tras lo que anteriormente hemos visitado.

Museo Santa María, entrada 3 €, demasiado caro para lo que muestra.

Iglesia San Miguel, ejemplo de abandono.

Humilladero

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